La propuesta de la renta básica incondicional (RB), una asignación monetaria sin condiciones a toda la población, está de moda en el mundo. Efectivamente, medios como The Guardian, The Economist, The Wall Street Journal, The Financial Times, The New York Times, El País, Der Spiegel y muchas más publicaciones de todo el mundo han publicado a lo largo de lo que llevamos de 2016 innumerables artículos sobre la RB. A favor, en contra y en medio. Algunos bien informados, otros no tanto y aún otros de los que se puede decir muchas cosas menos… bien informados.
¿Qué es lo que ha motivado tanta atención sobre la RB? Son varios los motivos: el referéndum suizo sobre la renta básica que se celebró el día 5 de junio, las declaraciones en apoyo de la propuesta de Yanis Varoufakis, el que fue ministro de finanzas griego y enemigo declarado de las políticas austericidas de la Unión Europea, la inclusión de la RB en los programas electorales de algunos partidos… Sí, hay muchos motivos, pero en mi opinión hay uno que debe destacarse sobre todos los demás: la situación en la que está sumida gran parte de la población no rica como consecuencia de las políticas económicas practicas, especialmente en la Unión Europea, a partir del estallido de la crisis económica en el año 2008.
Y ante esta situación de deterioro de las condiciones de vida y de empleo de proporciones de la población muy grandes, la renta básica aparece ante una buena parte de la ciudadanía como una medida racional y justa para hacer frente de forma inmediata a la realidad socialmente deplorable de muchos millones de personas en la Unión Europea.
La RB garantizaría la existencia material de toda la población porque, de forma inmediata, erradicaría la pobreza, siempre claro está que su cuantía fuera igual o superior al umbral de la pobreza. El objetivo es difícil porque es muy ambicioso: una medida como la RB que garantizase la existencia material a toda la población es algo que indudablemente atemoriza a unos cuantos. A los que hoy están confortablemente instalados porque las cosas tal como están les resultan muy favorables, temen cualquier cambio importante. Y que toda la población tuviera un incremento notable de su libertad porque dispusiera de la existencia material garantizada gracias a la RB, es un cambio que atemoriza a las grandes fortunas. Se utilizarán argumentos o pseudoargumentos del tipo “nadie trabajaría”, “mantendríamos a vagos”, “caería la productividad”, “bajaría la iniciativa innovadora” , “son mejores los subsidios dirigidos a los pobres”, “hay que garantizar el pleno empleo y dejarse de tonterías” y tatatá, tatatá. Es sabido, pero no es toda la verdad. La libertad es incompatible con las grandes diferencias de riqueza, y del poder desproporcionada que de las grandes fortunas se deriva.
La RB es una batalla cuesta arriba, pero vale la pena librarla. La propuesta de la RB está mostrando su atractivo cuando es defendida como una medida posible e inmediata por parte de activistas, movimientos sociales y ciudadanía en general para hacer frente de forma inmediata a las consecuencias de las políticas económicas austericidas para una gran parte de la población. Porque, a diferencia de lo que aseguran algunas conocidas y extendidas opiniones, las grandes diferencias no solamente es un “problema” de desigualdad social. Es un problema de libertad. Las grandes diferencias económicas y sociales se transforman en amenazas a la libertad de la mayoría. Cuando el premio Nobel Joseph Stiglitz, por ejemplo, dedicó un libro a documentar las grandes desigualdades económicas, eligió como título precisamente éste: El precio de la desigualdad. Y como subtítulo: el 1% de la población tiene lo que el 99% necesita. No es solamente una cuestión de igualdad, se trata también de la libertad de la gran mayoría.
(Una versión de este artículo fue publicada en http://www.eldiario.es/desigualdadblog/renta_basica-libertad-desigualdad-pobreza-politicas_de_austeridad_6_528857123.html)
Daniel Raventós. Profesor de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, miembro del Comité de Redacción de SinPermiso y presidente de la Red Renta Básica. Miembro del comité científico de ATTAC.