Fue el 10 de octubre de 2019 cuando Guy Standing y yo tuvimos este diálogo organizado por la Fundació Ernest Lluch. Fue un diálogo agradable y, quizás incluso, de cierto interés para las numerosas personas que asistieron al acto. Solamente han pasado poco más de 8 meses desde aquel diálogo y la redacción de estas líneas. Uno de los temas principales que tratamos Guy y yo, además de la democracia y el republicanismo, fue la renta básica, tal como se nos pidió. La situación sobre esta propuesta ha dado un giro espectacular desde aquel 10 de octubre. Mientras escribo estas líneas aún estamos en el confinamiento debido al estado de emergencia impuesto por la pandemia del Covid-19. Las condiciones de existencia material de la mayor parte de la población no rica se han visto muy degradadas. Si al acabar el año 2019, el reino de España estaba en unos niveles de pobreza y de desempleo de las más elevadas de la Unión Europea, en estos momentos los indicadores son aún mucho peores. Y las previsiones para fines del año 2020 son espectacularmente malas.
El 29 de mayo de 2020, poco antes de escribir esta breve adenda, el gobierno español aprobó el llamado Ingreso Mínimo Vital (IMV). En alguna prensa, tanto del reino como la extranjera, llegó incluso a confundirse el IMV con la renta básica. Evidentemente, se trataba de una notable confusión: el IMV es un subsidio muy condicionado y no universal. Nada que ver con la renta básica, -una asignación pública monetaria individual, universal e incondicional- sobre la que Guy Standing y yo estuvimos dialogando en el otoño de 2019. Pero casi desde el inicio mismo del estado de emergencia y del confinamiento en muchos lugares del mundo, la renta básica se convirtió en una propuesta que atraía muchas atenciones. Inmediatamente después de conocerse la magnitud cada vez mayor de la pandemia del Covid-19, surgieron propuestas en distintos lugares del mundo para que se aplicara una renta básica de cuarentena, al menos hasta acabar el año 2020. Voces que poco tiempo antes eran muy contrarias a la renta básica, admitían que ante una situación tan extraordinaria había que aplicar medidas extraordinarias entre las que se incluía la renta básica. Guy y yo escribimos varios artículos al inicio del confinamiento, en los que defendíamos al menos una renta básica de cuarentena.
Con Guy nos hemos escrito varias veces durante el estado de emergencia y lo seguimos haciendo, pero era curioso como sin ponernos previamente de acuerdo, coincidíamos completamente en el mensaje de aquellos artículos. Y si tuviera que simplificar hasta la caricatura, el contenido de fondo era el siguiente: “una situación extraordinaria precisa de medidas extraordinarias: reaccionen, la situación exige una renta básica aunque sea de cuarentena”. Por aquel tiempo, un editorial del Financial Times de principios del mes de abril dejó a más de uno asombrado: “Las políticas hasta hace poco consideradas excéntricas, como la renta básica o los impuestos a la riqueza, tendrán que estar en el mix”. Unas propuestas “excéntricas” de las que Guy y yo hablamos en los diálogos organizados de la Fundació Ernest Lluch: la renta básica y… la renta máxima. Un impuesto a la riqueza o a las grandes fortunas no es exactamente una renta máxima, pero si es de un tipo impositivo significativo, digamos que se le aproxima.
En el diálogo transcrito hay un momento en que se dice: “Si existen unos poderes privados tan poderosos que son capaces de influir en las condiciones de existencia material de la inmensa mayoría de la población (…) cuando se habla de una renta máxima no es que se hable sólo de que es feo o malo el hecho de que haya gente muy rica, sino que el problema es que haya unos poderes privados que imponen a los poderes públicos su concepción particular del bien. Entonces estamos hablando de un problema de libertad para la inmensa mayoría de la sociedad. La renta máxima entra en esa discusión.” Efectivamente, hay muchos argumentos que pueden esgrimirse a favor de una renta máxima, entre ellos que la riqueza excesiva es una fuente infinita de corrupción y venalidad porque sólo los muy ricos tienen suficiente capacidad para comprar gobiernos; que la concentración de la riqueza termina destruyendo a la democracia; que la gran concentración de la riqueza produce codicia y deterioro medioambiental.
Muy recientemente se ha podido realizar con nuevos y mejores datos un nuevo proyecto de financiación de la renta básica en el reino de España. Tendré ocasión de presentarlo en la comparecencia de la llamada “Comisión de Reconstrucción” del parlamento español el 22 de junio. Si se tuviera que evaluar el resultado de manifiestos, estudios, artículos en defensa de la renta básica por la recepción que ha tenido en el gobierno español, podría afirmarse sin lugar a dudas que los defensores de la renta básica hemos fracasado. Pero si se evalúa el resultado mediante el conocimiento de la renta básica de una mayor parte de la población, y la proliferación en su defensa de muchos y variados colectivos sociales de todo tipo (colegios profesionales, agrupaciones de activistas, distintos movimientos sociales, algunos sindicatos…), quizás incluso se pueda afirmar que ha sido un éxito. Valdrá la pena seguir defendiendo la renta básica en los años que tenemos por delante. Ante la situación social que tenemos se trata de racionalidad y de justicia. Y algo contribuimos Guy y yo aquel 10 de octubre de 2019. Pero queda mucho por hacer.
Barcelona, junio de 202o
Fuente: “8 diálogos sobre democracias perplejas”. Editorial Milenio 2020.