Con la implantación de una RB de una cuantía superior al umbral de la pobreza no hay duda que la casi totalidad de la población que actualmente está en esta trágica situación podría ver mejorada sustancialmente su realidad. Si bien es cierto que las complejas realidades de exclusión social y otras problemáticas psicológicas y sociales no quedarían resueltas con una prestación económica se podrían afrontar con mayor eficiencia por parte de los/las trabajadores/as sociales. La pobreza no es sólo privación material, es también dependencia del arbitrio de los demás y aislamiento y exclusión social de quién la padece.
A diferencia pero de los subsidios condicionados la RB tiene un carácter preventivo de la exclusión social al ser percibido exante, evita la estigmatización social al recibirlo toda la población y no estar focalizado en un grupo determinado, también tiene una gran simplicidad administrativa y esto puede suponer un ahorro importante de gestión y de racionalización de las políticas sociales y de determinadas prestaciones.

Al no ser condicionada la RB no constituye un techo, sino que define un nivel básico, a partir del cual las personas pueden acumular otros ingresos.

Pero la RB va más allá de ser una medida antipobreza, con la RB también aumentaría la libertad de la ciudadanía y se incrementarían las oportunidades de ésta.