Las trabajadoras pobres han aumentado y ha aumentado, así, la constatación de que el trabajo no es garantía de una vida digna y libre. La Renta Básica es una fórmula, no sólo diferente, sino urgente para las mujeres, porque favorece el empoderamiento, la autonomía y la equiparación de derechos.
La experiencia de las mujeres en el mercado laboral ha sido siempre una experiencia de desigualdad. La precariedad del mercado de trabajo ha sido siempre una realidad para las mujeres. Con las crisis acumuladas, la precariedad se ha instalado para todos y ha empeorado las condiciones de la mayoría de trabajo considerados «femeninos».
Los datos nos muestran que las mujeres asumen la mayoría de los trabajos de cuidado y que el mercado laboral es, muy a menudo, una extensión de los mismos. Durante la pandemia se ha puesto de manifiesto que los trabajos vinculados a la reproducción de la vida son trabajos altamente feminizadas y que, no sólo no se han detenido, sino que son imprescindibles. El periodo de confinamiento obligó a tener que identificar aquellos trabajos que no podían detenerse porque eran necesarias para sostener la vida cotidiana y hemos visto como han sido las mujeres quienes han estado a la vanguardia de la emergencia sanitaria, dando respuesta a las necesidades más básicas de la población. Asimismo, uno de los colectivos más invisibilizados, desprotegidos y afectados por esta crisis sin precedentes han sido las trabajadoras del hogar y el cuidado.
La renta media anual de las mujeres es inferior a la de los hombres, la participación en el mercado laboral formal también es menor. Además de las desigualdades salariales, la brecha salarial tiene un importante efecto sobre la cuantía de los pensiones, lo que incrementa el riesgo de exclusión social y laboral. Por otra parte, encontramos un alto porcentaje, hasta un 30%, de familias monoparentales encabezadas mayoritariamente por mujeres, lo que conlleva un solo ingreso y más dificultades, así como un mayor riesgo de pobreza.
Reclamar una Renta Básica toma fuerza en este contexto, no sólo como respuesta a la crisis provocada por la pandemia, sino como propuesta para acabar con la pobreza. La vulnerabilidad y la desigualdad tienen una base estructural y hay, pues, dar una respuesta global y sistémica.
Las rentas condicionadas como el Ingreso Mínimo Vital y la Renta Garantizada Ciudadana suponen un desgaste social y económico que no tiene unos resultados satisfactorios. Las ayudas sociales dedicados a colectivos en situación de exclusión y pobreza sólo son paliativos de situaciones de emergencia. Necesitamos una respuesta que dé oportunidades antes de caer, que pueda dar opción a superar las desigualdades cubriendo las necesidades básicas reales.
Hay que hacer un pequeño inciso al respecto sobre los precios de lo básico. Hemos visto cómo subía el precio de la energía en unos momentos como los actuales, o como se ejecutaban desahucios a pesar de la moratoria. Es evidente que se necesitan políticas a favor de las personas y no de las corporaciones. La Renta Básica es una respuesta en este sentido. Las ayudas acondicionados están restando autonomía y estigmatizando quien los recibe, además de ser insuficientes, y las mujeres somos las más perjudicadas.
Hay que dotar de perspectiva de género las políticas, a fin de que las mujeres no nos vemos desplazadas de la centralidad ciudadana, que los derechos reconocidos en el papel se puedan ejercer en condiciones de igualdad. Es necesario que el mercado laboral no sea una carrera de obstáculos para las mujeres, en la que encuentran abusos, precariedad y brecha salarial.
Las trabajadoras pobres han aumentado y ha aumentado, así, la constatación de que el trabajo no es garantía de una vida digna y libre. La Renta Básica es una fórmula, no sólo diferente, sino capaz de transformar radicalmente el escenario. Es una fórmula, no sólo diferente, sino urgente para las mujeres, porque favorece el empoderamiento, la autonomía y la equiparación de derechos.
Fuente: https://catalunyaplural.cat/es/renta-basica-un-cambio-para-avanzar-en-equidad/