“Los pobres y los desempleados no solo saldrían de la pobreza con un ingreso básico incondicional (BGE, Bedingungsloses Grundeinkommen por sus siglas en alemán N.d T.), sino que además no tendrían que ceder a la presión de Hartz IV (1) y dejarse intimidar”, escriben Werner Rätz y Dagmar Paternoga en un texto de la red de crítica de la globalización, Attac. Pero muchas personas se han acostumbrado tanto a las normas de la sociedad del trabajo asalariado, cuyo principio como seguro social se remonta a la época de Bismarck, que para ellos es difícilmente imaginable una vida diferente y más emancipada.
El actual estado de bienestar alemán vincula de forma paternalista la necesidad de asegurar los medios de vida a la condición de estar dispuesto para cualquier forma de trabajo asalariado, incluso si los salarios y las condiciones de trabajo son precarios y explotadores. El BGE no sería más que una consecuencia del Artículo 25 de la Declaración de los Derechos Humanos, que las Naciones Unidas adoptaron en 1966 tras la feroz oposición de los Estados Unidos. El derecho incondicional a la alimentación, el trabajo, la salud, la vivienda y un nivel de vida adecuado corresponde desde entonces a todos los ciudadanos de la tierra; pero tales derechos no se cumplen de manera incondicional por parte de los estados en ninguna parte.
Quien no obedece, es sancionado. ¿Por qué esta práctica de los tiempos del autoritarismo sigue venciendo al sentido común y cómo podrían las fuerzas emancipadoras superarla? Werner Rätz proporciona información sobre esto.
–Si se introduce un BGE, ¿quién seguirá limpiando los baños públicos? ¿Quién hará los trabajos poco atractivos pero “relevantes para el sistema”?
Werner Rätz: Incluso ahora nadie los hace voluntariamente; la gente solo los hace porque tiene que aceptar las malas condiciones económicas bajo las que vive. Con un BGE, habría que pagarles mejor, quizás también mejorar las condiciones laborales, reducir las horas de trabajo. Tal vez se tendría que encontrar otras soluciones que surjan de tales cuestiones. No se trataría sólo de los baños públicos, sino de muchas otras actividades necesarias, por ejemplo, la basura.
Uno tiene tres opciones cuando se trata de un trabajo desagradable: no realizar el trabajo – quien no produce basura, no tiene que deshacerse de ella -, hacer los procesos de trabajo más agradables y pagar mejor por ese trabajo. Una combinación de estos tres factores siempre ha funcionado, funcionará también en el futuro.
–Que los multimillonarios reciban un BGE de 12.000 euros al año es difícil de transmitir.
Werner Rätz: Los multimillonarios no lo recibirán. No hay ni una sola propuesta de BGE que lleve a los multimillonarios a recibir 12.000 euros adicionales. Incluso la propuesta de Thomas Straubhaar, que proviene de una orientación liberal, si no neoliberal, prevé que los multimillonarios tendrían que pagar impuestos significativamente más altos que antes. El punto crucial del BGE es: nos tomamos tan en serio a cada miembro de la sociedad que garantizamos su vida material, no importa como se plantee su futuro, no importa cómo el multimillonario se juegue o regale su dinero – podrá mantener un ingreso básico y vivir de él. Mientras tenga millones y miles de millones a su disposición, una sociedad con el BGE le cobrará muchos más impuestos de lo que percibirá con el ingreso básico; el resultado final en dicha sociedad es que el multimillonario tendrá mucho menos dinero a su disposición que el que tenía hasta ahora.
–Los neoliberales abogan por el BGE como una forma de deshacerse del estado de bienestar.
Werner Rätz: Un BGE en sí mismo no excluye situarse en un orden neoliberal, eso es cierto. La propuesta de Milton Friedman era eliminar todas las prestaciones sociales en los Estados Unidos y sustituirlas por una regulación de impuestos que habría dado lugar a que las personas, que de otro modo no tuvieran ingresos, recibieran una cuarta parte del nivel de subsistencia mínimo exento de impuestos cada año. El procedimiento se denomina impuesto negativo sobre la renta, que la autoridad tributaria paga a quienes no alcanzan un nivel de ingresos mínimos. A principios de los años 60, ese mínimo era de 5.000 dólares al año. La propuesta de Friedman era pagar a los necesitados 1.250 dólares al año y eliminar todas las demás medidas sociales. Esas personas habrían estado cerca de la inanición y habrían tenido que trabajar a cualquier precio, que era exactamente la intención de Friedman. Los afectados habrían tenido que venderse por cualquier trabajo de mierda.
Así que las condiciones que acompañan a un BGE son cruciales. Para sus receptores es incondicional. Socialmente, por supuesto, hay condiciones sobre cómo se introduce. Para las fuerzas emancipadoras está absolutamente claro que un BGE no suprime el estado de bienestar, sino que debe completarlo. En el caso de los modelos que no corresponden a este principio, el movimiento alemán por un BGE se opondría ciertamente. Por lo tanto, definimos el importe del BGE de tal manera que debe ser suficiente para la inclusión social. Cuando no es así, discutimos si se trata en realidad de un BGE y no de un recorte social.
–Los países pobres no podrían permitirse un BGE en absoluto; solo los países industrializados ricos, que viven a expensas de los demás -palabra clave: externalización- podrían financiar tal lujo, dicen algunos.
Werner Rätz: Hay toda una serie de problemas en esta cuestión las cuales solo podemos tocar brevemente aquí. Me centraré en tres aspectos.
En primer lugar. El comercio mundial, tal y como se presenta hoy en día, es un hecho altamente injusto. Las naciones que se industrializaron primero disponen de claras ventajas, los países productores de materias básicas parten de claras desventajas. Los grandes productores y los principales agentes mundiales compiten con los pequeños productores que trabajan en condiciones económicas y tecnológicas difíciles. Está claro quién va a ganar: es como un partido entre la selección de España y la de Andorra. Cómo terminará es fácil de preveer. Así es como se organiza el comercio mundial hoy en día.
Segundo. Es emocionante que en una serie de países pobres se esté debatiendo muy intensamente sobre un BGE, porque sería una prestación social que podría mejorar significativamente las condiciones económicas en esos países. Lo ilustraré con el conocido ejemplo de Namibia; también podríamos hablar de otros países. En Namibia hay una pequeña clase que tiene altos ingresos. Solo que se aplicaran las leyes fiscales vigentes en Namibia, el Estado tendría tantos ingresos adicionales que el BGE podría financiarse al nivel de la pensión básica (Grundrente) ya existente.
La gente no viviría en la prosperidad con este BGE, pero la pobreza absoluta sería eliminada. Hasta ahora, los pobres viven en gran medida de sus parientes, del vecindario o de los amigos. En esos países existen prestaciones sociales, pero éstas son llevadas por redes privadas. En su lugar, serían sustituidas por prestaciones públicas, lo que significaría una redistribución financiera de una pequeña parte de los ricos a la población pobre.
Por otra parte, las clases medias se verían aligeradas del cuidado de familiares, amigos y vecinos y obtendrían nuevas perspectivas económicas. Los académicos que tratan con el BGE desde este punto de vista ven grandes ventajas especialmente para la gente pobre de esos países. Por eso el debate sobre un BGE está más avanzado en Namibia o Sudáfrica que en Europa.
En tercer lugar. Hace unos decenios, muchos países pobres apenas participaban en el comercio mundial, aparte de unos pocos sectores. Su mayor desventaja se debe a su historia colonial. Cualquiera que mire la historia del colonialismo europeo y los acontecimientos postcoloniales de los últimos decenios no puede negar la clara culpabilidad histórica de las potencias europeas. En Namibia los alemanes cometieron un genocidio, en otros países las causas no son tan patentes, pero estructuralmente son comparables totalmente. Por lo tanto, hay buenas razones para tener un BGE en los países pobres financiados por los que causaron esta pobreza en el curso de la historia colonial, es decir, por los países ricos.
Estos tres puntos ilustran que un BGE reduciría la desigualdad social tanto dentro de los países tomados individualmente como entre los países ricos y pobres. Esto tendría efectos positivos con respecto a tensiones internacionales, migración, etc
–En Namibia y Finlandia los experimentos se detuvieron, aparentemente el Stablishment político y económico no tiene interés en implementarlo.
Werner Rätz: En Finlandia, nunca hubo intención de introducir un BGE, así se expuso en los medios de comunicación alemanes. Se trataba de un proyecto de dos años de la administración de desempleo finlandesa, que quería averiguar hasta dónde se podía reducir el dinero destinado a los desempleados para que salieran a buscar trabajo. La evaluación determinó que pagar a los desempleados sólo 560 euros (en lugar de más de 1.000 euros, que es la cantidad normal en Finlandia para los desempleados), a la vez que se dejaba de presionarles para que aceptaran un trabajo, es decir, absteniéndose de toda tutela oficial, funcionaba. Este grupo estaba formado por 2.000 receptores; el grupo de comparación que recibía los beneficios normales era de 120.000. Resultó que el grupo de prueba de 2.000 buscaba trabajo más intensamente que el grupo de comparación.
En Namibia, sin embargo, la resistencia política se hizo evidente. La Comisión Fiscal, como órgano competente designado por el gobierno, había recomendado la introducción del BGE en todo el país. El propio gobierno estaba inicialmente indeciso. El actual presidente, Hage Geingob, era ministro en ese momento, y estaba a favor de la introducción, pero otros en el gabinete estaban en contra o se mostraban indecisos. Al mismo tiempo, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional amenazaron en bloque con detener toda cooperación con Namibia si se llevaba a cabo el experimento de un BGE a nivel nacional.
Así que hubo cooperación de una parte de las élites locales, que no querían el BGE, con las instituciones financieras internacionales. Esta resistencia tendrá que ser superada, lo que aún no se ha logrado en ninguna parte, tanto en los países individualmente como a escala mundial. Esta sigue siendo una tarea política que no será fácil de llevar a cabo, porque las élites no están en realidad interesadas en tales proyectos. Los proyectos funcionan, pero a las élites, con sus considerables fortunas, se les pediría que “pasen por caja”.
La sociedad del trabajo asalariado
–La producción de bienes de consumo útiles -lavadoras, por ejemplo, o aspiradoras- requiere una división del trabajo, que solo puede organizarse como trabajo asalariado con una cierta cantidad de trabajo obligatorio.
Werner Rätz: Al igual que con la limpieza de los baños, siempre es una cuestión de condiciones de trabajo y de salario. Además, está el desarrollo productivo. Los coches ya están construidos esencialmente por robots. Hay que admitir que los humanos siguen haciendo más de lo que se pensaba inicialmente en el proceso de robotización. Pero estos son trabajos interesantes que requieren alta formación y cualificación.
No hay nada malo en que los trabajos pesados o aburridos sean hechos por máquinas. La razón por la que incluso los sindicalistas de hoy en día piensan que una mayor racionalización de las fábricas es indeseable es porque están luchando por los puestos de trabajo. Esto, sin embargo, es una tontería tecnológica. Cuando sea posible que el trabajo se haga con máquinas, la gente debe alegrarse de dicho alivio. Puesto que, si se necesita menos tiempo para producir la misma cantidad que antes, se deben reducir las horas de trabajo.
En determinadas circunstancias, un BGE puede llevar a que la productividad de una sociedad disminuya realmente, como le preocupa a Heiner Flassbeck, por ejemplo. En su opinión, las personas que recibieran un BGE no trabajarían menos, pero podrían cultivar sus propios tomates en lugar de hacerlos producir por la industria agrícola. Flassbeck no cree que todo el mundo se vaya de vacaciones y haga menos; algunas personas podrían incluso trabajar más en una sociedad con el BGE, pero serían menos productivas.
Los tomates de balcón son bonitos, saludables y sabrosos, pero se producen con mucha menos productividad que en una producción basada en la división del trabajo. Es difícil predecir el comportamiento aquí. Si realmente llegara el punto en que la disminución de la productividad pusiera en peligro el abastecimiento general, tendríamos que discutir los incentivos para compensar esta escasez.
Esta cuestión está muy fuertemente relacionada con aspectos ecológicos. Por razones ecológicas, se debe reducir la división del trabajo sí o sí en muchos sectores. Ya no podemos permitir que los componentes del coche o del yogur vuelen alrededor del mundo tres veces antes de que los consumidores los compren. Tales sinsentidos deben terminar de todas formas. Este es más bien un debate ecológico que debe plantearse.
–André Gorz habló de “trabajadores de élite”, empleados privilegiados con contratos fijos bien remunerados que se identifican con su posición social superior. La clase media puede no tener interés en emancipar al precariado a través de un BGE y así poner en peligro su propio estatus social.
Werner Rätz: No estoy seguro de que el debate sobre el estatus juegue un papel importante. Para algunas personas podría ser. En mi opinión, es más significativo que la gente se haya acostumbrado a ciertos procesos y no quiera cuestionarlos. He notado esto en conversaciones en las que los escépticos con el BGE han cambiado de opinión en el transcurso de los años. Para ellos, visto restrospectivamente, el factor decisivo fue que, durante mucho tiempo, ni se imaginaron un BGE.
Con un BGE, la gente no tendría que vender su fuerza de trabajo a cualquier precio. Sin embargo, la gran mayoría no querría vivir permanentemente con un BGE de 1.000 euros (o, con el tiempo, probablemente algo más alto). Pero cada persona podría al menos, durante un período transitorio, subsistir de él. La mitad de los empleados se enfrentan a la cuestión, al menos una vez en su vida, de no querer seguir haciendo un determinado trabajo asalariado. El BGE crea la oportunidad para que ellos digan “¡No, gracias! ¡Me voy!”, y buscar un trabajo mejor.
Esto refuerza claramente el poder de negociación de los individuos frente al capital. Es concebible que los funcionarios de los sindicatos no estén interesados en fortalecer el poder de negociación del individuo sino el de los sindicatos. Ciertamente hay una sensación de competencia en este sentido. Pero esto no tiene por qué suponer una contradicción. Los argumentos de los empresarios, por el contrario, son perfectamente obvios: no tienen ningún interés en que los empleados puedan elegir si tienen que vender su fuerza de trabajo o no.
El capitalismo vive en esencia del hecho de que una gran parte de la población tiene que vender su fuerza de trabajo; no puede ser de interés para los dueños del capital terminar con esta presión, eso está absolutamente claro.
No hay competencias para las cuestiones de política social a nivel de la UE
–Usted forma parte del grupo de trabajo “Suficiente para todos” de Attac en la red de iniciativas europeas para un BGE en toda la UE. ¿Cuál es la situación actual?
Werner Rätz: Una de las principales dificultades es que no hay competencias para las cuestiones de política social a nivel de la UE. En las dos últimas rondas de ampliación de la UE, se abandonó el principio original de imponer reglamentación de política social al más alto nivel posible para toda la UE. En cambio, siguen existiendo diferentes reglamentaciones en cada país.
Esto ha creado una carrera a la baja en términos de política social. Si en un país las leyes laborales son estrictas y los impuestos a las empresas son altos, mientras que en otro país de la UE las leyes laborales son más flexibles y los impuestos más bajos, pero el capital es libre de decidir dónde ubicar las empresas, el resultado es obvio: Los empresarios trasladarán sus empresas donde encuentren las condiciones más favorables.
Los demás países de la Unión Europea tratarán de impedir esos traslados y también flexibilizarán sus normas. Este proceso se ha observado en la UE durante al menos 30 años. Al mismo tiempo, no existe una capacidad reguladora a nivel de la UE para detener e invertir este desarrollo.
Dentro de los estados nacionales, existen disparidades económicas entre las distintas regiones; esto no es inusual. Sin embargo, una política nacional se esfuerza por compensar, al menos parcialmente, tales diferencias; a nivel de la Unión Europea falta una estructura de ese tipo. Por ello, un BGE no puede introducirse tan fácilmente en toda la UE; se deben proponer y llevar a cabo conjuntamente las estructuras adecuadas de forma paritaria. Por eso la Iniciativa Ciudadana Europea pide explícitamente ingresos básicos incondicionales en plural, basados en las diferentes regulaciones de cada estado miembro. Exigimos que la Comisión de la UE haga propuestas sobre cómo deben diseñarse tales BGEs en cada país.
Un segundo problema consiste en que en el mundo globalizado, las competencias comerciales recaen en la UE y no en los países miembros. La UE determina los términos del comercio con el resto del mundo, pero los estados miembros individuales regulan los derechos sociales y compiten económicamente unos con otros. Esto crea un desequilibrio que solo puede ser compensado a un nivel superior. En el ámbito nacional, los que reclaman derechos sociales siempre salen perdiendo en esta competición por las ubicaciones industriales. Esto es difícil de entender para muchos de los afectados por los recortes sociales. Solo ven que su explotación concreta y su sobreesfuerzo económico, su mala situación social, se crean localmente y perciben las instituciones de Bruselas como algo bastante lejano.
En este contexto, todavía nos resulta difícil convencer a la gente de la Iniciativa Ciudadana Europea. Hasta ahora solo tenemos un número bastante pequeño de firmas, tanto en la UE como en Alemania, donde tan recientemente como esta primavera se recogieron un millón de firmas a favor de un ingreso condicionado de crisis por el COVID. Todavía estamos lejos de alcanzar esa cifra, pero estoy seguro de que lo lograremos para el 21 de septiembre. Pero el trabajo para convencer está resultando más difícil de lo que se pensaba originalmente.
–Pero en cambio muchos piden que se devuelvan más competencias a los estados nacionales, y no solo desde el lado de la derecha política.
Werner Rätz: La UE tiene una enorme influencia en la vida de las personas en el ámbito local, y al mismo tiempo negocia las relaciones comerciales a escala mundial. Pero por el momento no tiene competencias para hacer cumplir estándares sociales altos en los estados nacionales, aunque no quiero insinuar que la Comisión Europea no tenga ninguna intención de hacerlo. Pero incluso cuando tiene la intención de mantener simplemente los estándares medios, a menudo se encuentra bajo presión. Esto se ve claro en multinacionales como Amazon: tales compañías son capaces de seguir políticas de evasión de impuestos incluso dentro de la UE y enfrentar a los estados nacionales entre sí.
No hay posibilidad de evitar esto a nivel nacional. Si la UE no puede obligar a Amazon a pagar impuestos, Eslovenia desde luego tampoco puede. Los problemas sociales son descritos correctamente por los críticos de la UE, al menos en lo que se refiere a los que vienen de la izquierda y sin ningún nacionalismo de derecha detrás de ellos. Pero la solución de problemas tan complejos sólo puede encontrarse en el nivel en que se crean, es decir, a nivel global, allí deben acordarse las reglamentaciones. Por eso sería una tarea muy, muy urgente transferir la lucha por los derechos sociales al nivel de la UE.
El ingreso básico incondicional asegura los derechos humanos
–Desde la derecha, por otro lado, se prefiere una prosperidad chauvinista en una Europa- fortaleza y la AFD quiere un BGE solo para los alemanes.
Werner Rätz: Si se entiende el BGE no como una pura medida de política contra la pobreza, sino como una respuesta a una discusión política sobre derechos humanos, entonces supone ciertas implicaciones. No estamos diciendo que los pagos monetarios sean un derecho humano, sino que una vida decente en seguridad material sí lo es. El BGE es un medio para garantizar dicha vida bajo el capitalismo. Por lo tanto, como derecho humano, ese ingreso básico debe concederse a todas las personas. Tal BGE no es compatible con las ideas de los círculos de la derecha y los nacionalistas.
La AfD ni siquiera votó su propuesta de pagar un BGE solo a los alemanes en el congreso de su partido, no hay acuerdo internamente. No pueden formular jurídicamente de manera constitucional lo que realmente quieren, es decir, pagar un BGE solo a los llamados bio-alemanes. La mayoría de los ciudadanos tienen antecedentes migratorios. No quiero tratar más sobre eso, es un enfoque de mierda con un fondo ideológico de derecha.
En nuestro enfoque, el BGE se basa en los derechos humanos y forma parte de un proceso global que conduce a un cierto equilibrio de los contrastes económicos mundiales, como antes hemos hablado utilizando el ejemplo de Namibia. Mientras, por un lado, haya regiones prósperas en el planeta y por otro, regiones en las que apenas se puede sobrevivir, un BGE que solo se introduzca en los países ricos será un problema, hay que considerar la perspectiva de los países pobres desde el principio.
Un BGE no se puede realizar en una sociedad de la noche a la mañana; su introducción debería configurarse como un proceso extenso. En un mundo socialmente dividido, hay que pensar en medidas para eliminar las brechas. Se podría empezar con un BGE para niños. Se podría empezar con las contribuciones del BGE que no son pagos en efectivo. El transporte público de cercanías y de larga distancia, por ejemplo, podrían financiarse con impuestos para que nadie tenga que comprar un billete, en cuyo caso los individuos necesitarían menos dinero. Muchos otros servicios estatales podrían ser financiados con impuestos para que los individuos no tuvieran que pagarlos.
La movilidad pública reduciría significativamente los costes totales puesto que se ahorrarían los muchos recursos sin sentido que requiere el transporte privado. Un abastecimiento energético público sería más barato que el privado. Debido a ese uso gratuito de la infraestructura pública, se terminaría con los incentivos para migrar en masa a Alemania.
–¿Cuál es la reacción a su iniciativa en los medios de comunicación? ¿Hay algún interés periodístico en el tema, que después de todo podría cambiar decisivamente la vida de los ciudadanos?
Werner Rätz: Poco. Hubo algunos artículos; publiqué un comentario en el Frankfurter Rundschau; Ronald Blaschke publicó un artículo en Neues Deutschland y hubo otras pequeñas publicaciones. Pero esto no ocurre solo con nuestro tema. Hace unos años, la iniciativa ciudadana europea contra el TTIP tuvo bastante éxito, a pesar de la falta de cobertura mediática.
La Comisión Europea, en su momento, hizo como si no fuera competente para esta área, lo cual era mentira definitivamente. Diversas iniciativas individuales decidieron en su momento organizar ellas mismas una campaña de firmas y rápidamente superaron el millón solo en Alemania. También hubo una falta de atención al principio. Aunque el TTIP era un tema mediático, la campaña, que era precisamente quien luchaba contra el, no lo era. Sólo su enorme éxito la llevó a los titulares.
Eso también podría ser el caso aquí. En general, hay comparativamente poca cobertura de los procesos europeos. En los principales medios de comunicación alemanes, la cobertura informativa extranjera es escasa de todos modos. La cobertura de la UE tiende a recoger temas escandalosos en lugar de temas difíciles de presentar que afectan a la vida cotidiana de todos. Hasta ahora no hemos recibido ningún apoyo para nuestro proyecto por parte de los medios de comunicación, pero no nos damos por vencidos y publicamos regularmente comunicados de prensa. Nos centramos en los medios de comunicación más pequeños, especialmente on line. Acabamos de empezar, pero este es el trabajo de relaciones públicas que hay que hacer.
Nota
- El subsidio conocido como Hartz IV tiene por objetivo garantizar la subsistencia de aquellas personas mayores de 15 años y menores de 65-67 que reúnen ciertos requisitos, tales como residir en Alemania, no contar con suficientes recursos y tener capacidad para trabajar. (N.dT.)
Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/ingreso-basico-incondicional-en-lugar-de-predisposicion-incondicional-ante-la-oficina-de-empleo