La Renta Básica universal e incondicional es una propuesta que ha tomado fuerza en los últimos años y muy especialmente en los últimos meses con la pandemia. Sólo hay que hacer un repaso de las noticias desde marzo. En la actual situación de crisis, en Europa se ha impulsado una propuesta legislativa que se puso en marcha el pasado mes de septiembre y tiene que recoger un millón de firmas durante un año.
Esta es una iniciativa importante, no nace sólo como respuesta a la actual situación derivada de la pandemia de la Covid-19, también es una respuesta a un sistema injusto y que provoca, día a día, más desigualdades. A estas alturas la política de rentas y de ayudas se acerca más al caos que a dar una solución paliativa a la precariedad y a las situaciones de alta vulnerabilidad.
Encontramos un panorama bastante desolador: en nuestras calles se forman colas para conseguir alimentos y cada vez hay más gente sin ningún tipo de ingreso. Se produce una coexistencia caótica de cientos de ayudas parciales o muy parciales, muchísimas dificultades y condiciones para acceder, una burocratización extrema y colapso y lentitud, mucha lentitud, en conseguir la ayuda para sobrevivir. Todo ello crea más incertidumbre, más estigmatización y más fragilidad en un mundo en plena segunda ola de la pandemia.
La Renta Básica universal e incondicional es una propuesta que daría una salida diferente, más igualitaria y sencilla; y ahora se perfila como una propuesta central y bien necesaria a medida que pasan los días y la gente no tiene ingresos de ningún tipo. Los proyectos piloto que se han llevado a cabo en todo el mundo han dado resultados muy interesantes, pero lo que más destacaríamos sería el bienestar que genera, la tranquilidad psicológica y la percepción de satisfacción de las personas que la reciben. La seguridad de ver garantizada la existencia material reduce tensión en la vida de la ciudadanía.
Hay que decirlo una vez más y bien claro: las rentas condicionadas, por toda una serie de requisitos de acceso, con ciertas expectativas como el Ingreso Mínimo Vital o la Renta Garantizada Ciudadana, no han dado respuesta a las necesidades sociales y económicas de la población a la que iban dirigidas y, además, han provocado una gran frustración social. Son propuestas de urgencia y se podían considerar primeros pasos para un cambio, pero la excesiva condicionalidad de ambas las ha convertido en una gran decepción para la mayoría y, muy especialmente, para las personas que pensaban que las ayudaría a salir del agujero de la pobreza. Es debido a este fracaso que se ha vuelto un clamor y en los últimos meses han salido manifiestos e iniciativas de apoyo a la Renta Básica universal desde diferentes ámbitos: feminismo, LGTBI, cultura, social o de la salud mental, por poner algunos ejemplos.
Una Renta Básica universal europea, sin condiciones y para todas las ciudadanas y ciudadanos es una propuesta que puede parecer atrevida pero es cada vez más necesaria, no sólo para superar la grave crisis actual, sino para dar un vuelco a las desigualdades e ineficacia provocadas por el actual sistema de ayudas acondicionados. Esta iniciativa pone sobre la mesa la vertebración de una seria y verdadera política común de apoyo a las personas y no de los grandes capitales.
Traducción: Esteve Ballester
Fuente: https://www.naciodigital.cat/opinio/22258/renda-basica-europea-proposta-futur