La incertidumbre que caracteriza a nuestro tiempo puede comportar una disolución del vínculo social, abriendo la puerta a la resignación o la indiferencia ante la vulneración de derechos y la desigualdad. La propuesta de una renta básica posibilita cierto grado de autonomía y permite un espacio para las elecciones. Éste es un efecto en la subjetividad. Pero también genera efectos en la comunidad, en la medida en que constituye un mensaje claro: recibir una renta por existir, desde un profundo reconocimiento a quienes somos.

El siglo XXI se caracteriza por la velocidad, casi vertiginosa, de los distintos acontecimientos que nos acompañan. Los cambios se suceden de forma rápida y nos obligan a un esfuerzo de adaptación constante, en un contexto que se caracteriza por la aparente sobreinformación, a menudo contradictoria y en ocasiones directamente falsa. Esta infoxicación genera efectos diversos que oscilan entre la desafección y la falta de confianza y la angustia. Resulta difícil leer «la realidad» con la sensación de incertidumbre que esto nos provoca. Por un lado, tenemos la sensación de estar enfrentando peligros y riesgos de forma permanente; por otra, parece complicado situar la veracidad de las informaciones que recibimos. Discursos centrados en el miedo que no dejan espacio a una reflexión serena. Fake news que introducen la permanente sospecha y la desconfianza, hacia las instituciones, hacia los demás. Un inquietante sustrato por el individualismo. Y por los discursos de odio. Más que líquida, sociedad gaseosa. Entre tanta efervescencia es casi imposible encontrar el equilibrio, desde su propia subjetividad y también como comunidad.

Ciertamente estamos viviendo situaciones altamente complejas, como toda la situación vivida con la irrupción de la pandemia generada por la COVID-19 o la que ocupa nuestra actualidad mientras se escribe este artículo, la guerra en Ucrania. Cualquiera de estas dos situaciones hubieran sido impensables años atrás. Ni un virus que conllevaría la interrupción de parte de la actividad económica o restricciones de movilidad ni tampoco un conflicto bélico que preocupa por sus posibilidades de escalada y que sucede en Europa, a cinco horas de avión desde Barcelona, más de 25 años después de la guerra de Bosnia. Justo cuando empezamos a sacarnos la mascarilla al espacio público se nos hela la sonrisa.

En un contexto más cercano, vemos también indicadores preocupantes en cuanto a pobreza y desigualdad. Varios informes realizados últimamente muestran datos poco esperanzadores. De nuevo, la recuperación económica no llega a todas las personas. El informe sobre pobreza en España de EAPN denuncia el incremento de la privación material severa que pasa del 4,7% al 7%. Por su parte, Cáritas y la Fundación FOESSA señalan algunas cuestiones que entendemos son muy relevantes como el aumento de la precariedad, la desconexión digital, la brecha de género y la flagrante exclusión que sufren las personas migradas en situación de irregularidad administrativa , por citar algunas de las más destacables del documentoEvolución de la cohesión social y consecuencias de la Covid-19 en España, presentado el pasado 18 de enero, En Cataluña, el último Insocat de ECAS, Entidades Catalanas de Acción Social, cifra en un 26,3% la población que se encuentra en riesgo de pobreza y/o exclusión. En clave metropolitana, el estudio sobre vulnerabilidad urbana del Instituto de estudios regionales y metropolitanos de Barcelona, ​​IERMB, reivindica la necesidad de abordar la desigualdad en el ámbito urbano atendiendo a su persistencia, complejidad y concentración. Y en cuanto a Barcelona, ​​el balance de actividad de los servicios sociales durante el año 2021 contabilizaba en 97.531 las personas atendidas y daba cuenta de los 41,3 millones de euros dirigidas a ayudas de emergencia poniendo de relieve puntos de coincidencia con los informes anteriores. Un 63% de estas personas eran mujeres.

Es evidente que la llegada del ingreso mínimo vital o la implementación de la renta garantizada no han introducido los cambios que esperábamos, al menos hasta ahora. . En cuanto al primero, la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales denunciaba el pasado mes de febrero que su cobertura alcanzaba sólo un 35,8% de las personas beneficiarias previstas. Por tanto, sólo un 9,3% de las personas que viven bajo el umbral de la pobreza en España tienen acceso. En relación a la renta garantizada, la Mesa del Tercer Sector afirma que ésta sólo alcanza un 20% de las personas en situación de pobreza severa en Cataluña.

Esta combinación de elementos en cuanto al contexto, desde una mirada global y también desde un entorno cercano, puede abocarnos a una cierta disolución del vínculo social, a la indiferencia, a la resignación. O no. O puede interpelarnos y convertirnos en el impulso necesario para la generación de políticas sociales valientes, muy especialmente en cuanto a garantía de ingresos, vivienda y acogida de personas migradas. Y por la construcción de comunidad, desde una perspectiva de derechos, por una sociedad más justa.

Y desde esa perspectiva toma aún más sentido implementar una renta básica. Y puede constituir un buen ejemplo de cómo abrir debates que nos permitan llegar a consensos que transformen. Son muchas las personas que han cambiado su posicionamiento y son cada vez más las voces que apoyan a la medida. Desde el Financial Times al Papa o el vicepresidente del Banco Central Europeo, las diversas adhesiones ponen de relieve la necesidad de repensar cómo nos organizamos, situando la posibilidad de elección que posibilita la renta básica en el centro de otras propuestas. Evidentemente sin caer en la trampa de adelgazar las débiles estructuras del estado de bienestar.

Y es también un ejemplo de cómo generar vínculo social y cómo cuidar a los demás. Percibir un ingreso por existir es un mensaje claro de la propia comunidad, desde el reconocimiento a la particularidad que cada una de nosotros representa. Y es también un mensaje sobre cómo queremos definir nuestra identidad y nuestra existencia, que la queremos más libre.

Fuente: https://catalunyaplural.cat/es/renta-basica-y-comunidad/