Mi madre viene de una aldea situada al norte de Santiago. A un kilómetro de allí, una vieja cantera ha sido reconvertida en un enorme vertedero de basuras. Los vecinos que siguen viviendo en esa parroquia sufren olores vomitivos de forma rutinaria, ven bajar riachuelos de esa montaña cargados de metales pesados y tóxicos orgánicos e inorgánicos de todo tipo que se acumulan en la cadena trófica. En cierto modo, es un vertedero piloto, de las primeras canteras reconvertidas en vertederos, porque a pesar de la publicidad institucional, en Galicia no se recicla prácticamente nada de la basura, y toda va a vertederos. En Cerceda tienen uno gigantesco, pero como ya no saben dónde meter tanta mierda, han empezado a llenar canteras y minas abandonadas. Más de 200 canteras y minas han sido recompradas, y no por empresas mineras que quieren reabrirlas, sino por empresas de gestión de residuos.
El movimiento ecologista y los vecinos de esas zonas intentan pelear contra eso, porque aparentemente existe la idea en esas empresas de importar basura de otros lugares para venir a enterrarla a Galicia. Sin garantías ambientales, claro, por la vía de los hechos consumados y la inacción de una administración regional que defiende a esas empresas y no a sus ciudadanos. Galicia como un gran basurero aprovechando la desaparición de la población rural. El sino de los tiempos: la basura comiéndose a la gente, en ese horizonte de sucesos ecológico donde el planeta muere sepultado bajo la basura que inunda su aire, sus aguas, y su tierra. De ecología también hablamos en otra mesa de las jornadas, y de su relación con la renta básica, porque esta sociedad tiene que abandonar la tesis de crecimiento continuo y pensar urgentemente en decrecimiento, y superar el chantaje del empleo que se perdería con la ayuda de una renta básica. Pero es que no hay otro camino. Es eso o seguir llenando canteras con residuos contaminantes y apestosos que destruyan la vida a su alrededor, seguir llenando el aire de CO2 y calentando el planeta, y seguir comiendo peces con sus estómagos llenos de plástico. De eso también hablamos en las jornadas.
Mi madre tiene un montón de sobrinos y tres hijos, la mayor parte de ellos han sido emigrantes que solo han podido volver al jubilarse. Algunos, otros muchos, se han quedado fuera para siempre. También tiene una hermana que se fue a Argentina hace muchísimo y que desde entonces solo ha visto dos veces en su vida. Ninguno era un aventurero. Todos emigraron en distintas etapas (desde la posguerra hasta ahora) por el paro y la pobreza. Bueno, por eso, y porque la sociedad gallega ha sido caciquil, los ciudadanos no se consideraban tales, sino vasallos. No reclamabas la luz pública o el asfaltado al que tenías derecho, se lo pedías al alcalde que te lo hacía como un favor. Hay una frase muy contundente de Castelao que muchos tenemos clavada como un puñal en el alma: “El gallego no protesta, emigra”.
A día de hoy, más de una tercera parte de nuestros jóvenes sigue emigrando, porque aquí no hay trabajo. Como los sobrinos e hijos de mi madre. Como tantos otros. Del chantaje del trabajo, del horizonte de paro masivo se habló en las jornadas. Aquí no necesitamos ese horizonte de automatización porque ya sabemos hace décadas lo que es el desempleo masivo. La diferencia para Galicia será que ya no tendremos a donde emigrar porque en todos lados estarán en la misma situación. Y no es que Galicia sea especialmente pobre, lo que sucede es que la mayor parte de la riqueza que aquí se genera no revierte en su propia población: nuestros son los valles inundados para generar energía eléctrica y los millones de hectáreas reconvertidas en eucaliptales, pero las empresas que se benefician de eso cotizan en Madrid y evaden en sabe dios qué paraísos fiscales. Sí, en las jornadas de Renta Básica también hablamos de evasión fiscal, y de cómo revertir la riqueza en la población para pelear contra el paro masivo. Seguro que mi madre habría sido más feliz con su hermana, sus hijos, sus sobrinos, formando parte de su vida y no como llamadas de teléfono o cartas. De haber existido la Renta Básica, eso habría sido posible.
Y quizás con otra concepción de la vida claro, una en que toda esa gente no hubiese emigrado, sino que se hubiese quedado a pelear por un futuro aquí, con el convencimiento de que vivir en tu tierra y de la riqueza que ésta genera es un derecho. Pero el gallego no protesta, porque hemos sido educados en un cierto fatalismo y en la ignorancia de nuestros propios derechos. Sí, también hablamos de derechos fundamentales en las charlas de las jornadas, porque necesitamos ser totalmente conscientes de lo que son nuestros derechos y la necesidad de luchar por exigirlos para poder tener una vida plena.
Sí, Castelao decía que el gallego no protesta, emigra. Era un hombre increíble y clarividente. Y otro hombre increíble y clarividente pero contemporáneo, nuestro mejor escritor vivo: Manuel Rivas (para nosotros, Manolo Rivas) le ha enmendado la frase con otra aún más rotunda: “el gallego no protesta, no nace”. Con nuestros jóvenes emigrados, y empobrecidos los que quedan, es cierto, los gallegos ya no nacemos. Si naciésemos, naceríamos pobres y haríamos pobres a nuestros padres, más aún de lo que ya son. Nacer es un factor de riesgo de pobreza muy importante. Yo no soy ningún escritor famoso, pero me voy a permitir soltar una tercera frase: el gallego no protesta, se suicida. O quizás podría decir que se muere de viejo trabajando. O se muere de viejo quemado. Todo eso sería cierto, tenemos altísimas tasas de suicidio por la suma de pobreza y soledad, y todos los años un montón de ancianos se mueren aplastados por sus tractores, y unos cuantos se mueren en incendios por calentarse con fuego y no con electricidad porque la pobreza energética no les permite otra cosa, la madera para quemar aún es relativamente barata y muchos la tienen en sus fincas familiares. Esos sucesos se narran de forma cotidiana en los informativos regionales. De la pobreza material, la pobreza energética, de la pobreza de natalidad, de las enfermedades mentales relacionadas con la pobreza, y de la pobreza de los ancianos también hablamos en las jornadas, por supuesto. Y de cómo la RBU permitiría luchar contra todo eso y dotarnos de una vida digna. Con una RBU los gallegos igual hasta podríamos nacer, y calentarnos, y no emigrar, y no suicidarnos. Todo un lujo.
Muchos de los vecinos de mi madre son pobres, pero ninguno recibe ayudas del estado, ni las conocen, ni se las concederían, ni seguramente soportarían la burocracia absurda. Bueno, uno de sus vecinos tiene un hijo que sí recibe esa ayuda condicionada, la RISGA (Renda de Inclusión Social de Galicia). Se pasa la vida haciendo cursos que le imponen y no sirven para encontrar un trabajo que no hay. No es feliz, aunque seguramente eso no le importa a casi nadie. Quizás le importe a su trabajadora social, hastiada precisamente de esa burocracia e ineficiencia, de ver a la gente a la que intenta ayudar atrapada en la trampa de la pobreza. Pero solo a ella, porque por encima de ella, a nadie. La pobreza no se combate, se mitiga un poco y se esconde. En la concepción de los poderosos de este país, y de muchos de sus títeres políticos, la pobreza es necesaria. Si no hubiese pobres, ¿qué sentido tendría ser ricos? Sí, también hablamos de eso en las jornadas, del derecho a ser feliz, a que ser pobre no sea un estigma social, de lo inhumano y destructor que son los actuales sistemas de rentas condicionadas. De cómo una ayuda incondicional, individual, universal y suficiente eliminaría la pobreza y gran parte de nuestras infelicidades diarias. Y no solo de los pobres, también de los trabajadores y trabajadoras, que tendríamos el derecho a irnos de un trabajo que no nos gusta, que no nos satisface, que nos hace infelices. Sí, de esa concepción de un estado destinado a satisfacer sólo las necesidades de una clase social: blanca, urbanita, heterosexual y formada, mientras deja de lado a todas las demás, como a los vecinos rurales de mi madre también hablamos.
¿De qué hablaron los ponentes de tantos lugares en tantas mesas distintas en las jornadas de A Coruña? Pues hablaron de mi madre, todo sobre mi madre.